
Nuestra vida fraterna se inspira en los primeros Cristianos quienes vivían unidos y no tenían sino “Un solo corazón y una sola alma” Por eso estamos llamadas a vivir la unidad en la diversidad y a fortalecer nuestros lazos fraternos como fruto de la unión de cada una con Cristo en la oración.
La vida fraterna y el intercambio comunitario son para nosotras, ámbitos donde se enriquecen y comparten los dones recibidos y donde se experimenta la comunión, lo que nos dispone para buscar siempre y en todo, la mayor gloria de Dios y el bien de los hermanos.
La oración comunitaria y los encuentros espirituales fortalecen nuestros vínculos afectivos y espirituales, tan necesarios para una vida armónica y equilibrada y nos disponen para la entrega generosa de la propia vida en la misión.
“La multitud de los creyentes no tenia sino un solo corazón y una sola alma” (Hech.4, 32)
Nuestra vida comunitaria brota del llamado común a vivir un mismo carisma en la diversidad de los dones y realidades personales. Para las Hijas del Corazón de María la Vida comunitaria, no exige necesariamente, vivir bajo el mismo techo, pero requiere de contactos regulares y profundos con el objetivo de fortalecer los lazos fraternos y constituir unas comunidades vivas, fundadas sobre la fe, la confianza mutua, la comprensión y la práctica de la caridad en un ambiente sencillo, de acogida, escucha, diálogo.